La niña Amelia babea todo el día. Pensé que se le pasaría pronto, pero hace ya una semana que está así. Le pregunté al Señor que qué le pasaba, pero esta vez no me ha mandado ninguna señal. El sábado pasado la fui a visitar. Su madre, doña Luisita, que es un alma de Dios y que siempre me ha tratado muy bien, me invitó a pasar a su casa. Vi a la niña Amelia sentada en un rincón; la baba le escurría hasta mojar su vestido.
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